domingo, 9 de noviembre de 2008

Buscarse la Vida: Parte III

Sorry, no English this time/yet.

TRABAJO


No llamamos a nadie para decirle que no queríamos su piso, porque ese es el estilo de Madrid; tras decenas de entrevistas, nunca me han llamado para decirme que no. Así que allá donde fueres, haz lo que vieres.

Sí, llevo aquí dos semanas y ya he hecho unas veinte entrevistas (una de ellas, el colmo, telefónica). Y es que ya tenía la agenda completa la semana que vine a Madrid, y tuve que compaginarlas con la búsqueda del piso. Pronto me di cuenta de tres cosas:

La primera, que aquí hay una demanda altísima de informáticos, la segunda es que los patanes (normalmente patanas y bastante atractivas) sólo miran los perfiles por encima y no ven que en los míos siempre hay un enlace a mi currículum por lo que siempre lo piden por e-mail, y la tercera que no te vuelven a llamar para decirte que al final no te quieren.

Pero bueno, tampoco es tan grave, porque por cada vez que no te eligen y no te llaman para decírtelo hay otra empresa que te llama para evaluarte como candidato; más o menos lo que pasará con los pisos en alquiler y los posibles inquilinos, digo yo.

El caso es que ya tenía dos entrevistas fijadas antes de llegar. Como no recordaréis, vinimos un martes en un extenso y anodino viaje, y nuestro plan era encontrar piso en los tres días que había hasta el fin de semana, pasarlo de ocio con Jacinto el sábado y domingo como mínimo, y una vez hubiera proseguido su camino dedicar cada día a buscar trabajo.

Pues ya la primera mañana me llamaron para concertar otra entrevista. Para el mediodía ya tenía las dos mañanas siguientes ocupadas y me veía al pobre Juan Raúl con toda la responsabilidad a la hora de elegir un hogar.

No me voy a extender en este tema tanto como en el de la vivienda (al menos esa es mi intención, que ya veré al final cuánto acabo por escribir), pero alguna anécdota tengo que destacar. Resumiendo: para la mañana del viernes me había dado cuenta de que en esta ciudad iba a poder elegir, que mis expectativas económicas habían sido bajas y que no debía tener reparos a la hora de expresarlas, incluso de entrada, cuando las empresas me contactasen.

En definitiva era que podía haber estado trabajando el mismo lunes, igual que en Sevilla podía haber conseguido un empleo cuando hubiese querido, sólo que mientras que allí habría conseguido un trabajo de mierda, aquí sería un buen trabajo algo mal pagado. Así que a partir de esa mañana empecé a ser más selectivo.

En ese espacio de apenas tres días que me sirvió para tomar contacto con el funcionamiento del mercado laboral de mi sector, ocurrió una cosa digna de destacar, y a partir de la cual (o más bien a partir de la parte central del desarrollo de los acontecimientos que la compusieron) Juan Raúl empezó a calificar a quien me llamase al móvil como “alguien que quiere comerme el rabo”.

Resulta que una empresa de Sevilla me ofrece trabajo en Madrid, concretamente en Tres Cantos. Me preguntan las típicas cosas sobre mi currículum y al final me preguntan sobre mis expectativas salariales. Yo en ese momento iba un poco errado sobre las cifras que podía conseguir aquí, de modo que les sigo un poco el rollo y les digo que es bajo para lo que voy a necesitar en una ciudad como Madrid. Entonces mi interlocutor me cuenta que baraja un cierto rango salarial que yo no tengo más remedio que rechazar, y me dice que consultaría con un superior suyo para ver si puede ofrecerme más. En ese momento yo pienso que no iba a volverme a llamar.

Pero entonces, cuando estamos a punto de entrar a visitar el piso que a la postre sería nuestro, me llama el superior antes mencionado, y me ofrece algo más. Aun así, digo, se queda corto para lo que va a tener que ser vivir en Madrid, y que por menos de tal cantidad, sintiéndolo mucho, no lo aceptaría. Y cuando creo que va a ser la última frase que el hombre iba a querer escuchar de mí, me dice que intentará negociar algo más alto con el cliente y que, de conseguirlo, me llamaría a la mañana siguiente. Lo estaba flipando.

Ahora sí, estaba seguro de que se olvidarían de mí. Y la verdad, habría sido bastante irónico, por no decir sarcástico, no encontrar un buen trabajo en Sevilla y encontrarlo en Madrid dentro de una empresa sevillana. Y decidido a vivir en Madrid, no quería arriesgarme a que, en un momento dado, se me volviera a requerir en Sevilla.

¿Pues no que me vuelven a llamar al día siguiente, diciéndome que me dan la cantidad mencionada? Pero resulta que yo era tres entrevistas más experto y ya me había hecho una idea de cómo estaba el mercado laboral en mi sector en la ciudad, y empezaba a hacerme una idea de cuánto quería en función de las condiciones del empleo.

Entonces mi interlocutor me suelta que el lunes en tal sitio. Yo me quedo anonadado y pregunto “¿Pero no vamos a hacer una entrevista?”. Y me suelta que si hubiese estado en Sevilla sí, pero que estando en Madrid no era posible en tan poco tiempo, ¡que él se fiaba de mi currículum!

Y, joder, lo primero que se me viene a la cabeza es que prácticamente no sé dónde me estoy metiendo, y lo segundo que si esa era la seriedad de la que hacía gala la empresa, no me apetecía nada tener relación con ellos. Entonces suelto como puedo que tengo que pensármelo y el tío dice, con un tono de absoluto desconcierto: “¿Cómo que tienes que pensártelo?”.

Entre eso y un par de llamadas de personas que simplemente me habían encontrado en InfoJobs sin yo haberme apuntado a ninguna oferta suya, haciéndome la pelota de forma genuina, estaba que no me lo creía.

En fin, que no sé cómo le dije que le respondía al día siguiente, y al día siguiente le dije que no, y con las mismas, tras acudir a una entrevista, suspendí otra porque después de lo que había aprendido en las veinticuatro horas anteriores las condiciones del empleo no me interesaban. También había rechazado ya un par de puestos de trabajo para empezar la misma semana siguiente.

Así empecé a ser más selectivo al apuntarme a las ofertas y al concertar entrevistas, si bien algo me acojonó la segunda semana, pero fue la tercera cosa que aprendí: que la gente de recursos humanos suele usar los primeros días de la semana para organizar entrevistas en los últimos, y para alivio mío volví a tener citas a partir del miércoles siguiente. La pega era que, por otra parte, no obtenía verdaderas respuestas ni afirmativas ni negativas ni citas para las segundas entrevistas, que solían ser por parte de la empresa en la que iba a terminar trabajando, ya que la mayoría de las ofertas las llevan consultoras de I.T. o empresas de recursos humanos. Hasta que, por fin, esta semana he hecho segundas entrevistas, y pronto tengo más, y alguna primera interesante.

Sospecho que la semana próxima será crucial para mí. Espero que también lo sea para Juan Raúl, en un sentido diferente. Debería ser el punto de inflexión en su búsqueda de empleo, que no esta siendo tan afortunada como la mía.

Desde el principio todo le ha sido más difícil. Aparte de que estaba apuntado únicamente a la peor web de ofertas de empleo que yo había experimentado, el número de ofertas en todas las otras webs también es muy inferior en su campo comparándolo con el mío. Se registró en unas pocas que yo no conocía y a las que, ya que estaba, me apunté también. Pero por otra parte el currículo electrónico que le había hecho Jacinto aún no estaba subido en Internet, y debido a unos cuantos fallos de las páginas cuyos servicios necesitaba, no pudimos cargarlo hasta que llevábamos un par de días en Madrid. Encima, cuando por fin lo conseguimos, resulta que de la forma en que el archivo Flash estaba hecho hacía que los contenidos del mismo se cargaran sin mostrar ninguna advertencia, por lo que, debido a su peso, cuando el usuario llegaba a uno de los varios vídeos que tiene el espacio aparecía en blanco y no podía siquiera saber si había algo ahí. Y como se cargaban en orden, tampoco podía ver lo que iba después, que era tan importante como el currículum en texto y los datos de contacto.

Seguidamente, para cuando se gasta unos euros en imprimir currículums para llevarlos a empresas, encontramos piso y por tanto tenemos dirección nueva, con lo que dichos documentos quedan anticuados. Entonces era ya fin de semana, teníamos que aprovisionar el piso, Jacinto estaba con nosotros, y se tomó la semana tranquila intentando probar suerte con las webs de Internet.

La cosa no era productiva: estaba visto que al no haber una gran demanda, iba a ser él quien tuviera que hacer la mayor parte del trabajo para asegurar un contrato, y en el fin de semana se preparó un listado de empresas interesantes donde enviar su currículum o llevarlo personalmente.

En cuanto a Internet, sólo un par respondieron y era para consultar, con documentos realizados para tal fin, sus conocimientos y aptitudes, y sin dar ninguna respuesta hasta el momento. Sospecho que si ya de por sí, al haber menos demanda, los procesos van a ser más largos para él que para mí, esta vía va a ser la menos eficiente de todas.

Lo de patearse la ciudad es por lo menos más entretenido, aunque también algo lento por no poder abarcar mucho cada día; en los planos las distancias parecen más cortas que en la realidad, porque se ven las calles bastante anchas... hasta que amplías el zoom y mientras que la anchura se mantiene, el largo aumenta. Y si a eso le sumas un poco de mala suerte…

Por ejemplo, cuando llegó a la sede de una de las empresas a las que quería aspirar, se estaban mudando. Sólo había allí tres tipos que no tenían nada que ver con selección de personal, que se comprometieron a hacer llegar su currículum a quien correspondiese. Para colmo, cuando le preguntaron qué material traía, Juan Raúl se dio cuenta de que en realidad no llevaba ninguno. Sólo llevaba su currículum en papel, y ningún trabajo que las empresas pudiesen evaluar de la forma que una empresa de su clase necesitaba evaluar.

Así pues, se dispuso a grabar su currículum Flash en discos que pudiera repartir, y a modificar su currículum centrándolo sólo en lo que pudiese interesar a las empresas de animación 3D y videojuegos en las que quería intentar entrar. Y cuando lo tenía todo y volvió a moverse, se encontró con cosas como sedes de empresas cerradas o que ya no estaban y en Internet no había ni rastro de una nueva dirección.
Luego, a mitad de semana, tras ir a unos cuantos sitios más, decidió ir a ETTs para inscribirse y que les buscaran cosas, pero entre que unas no se dedicaban a su sector, algunas se las encontró cerradas y otras debían tener más de una sede y fue a la oficina equivocada, se gastó un buen dinerito en el metro sin haberlo aprovechado demasiado bien.

Y es que esa es otra: aún no tenemos título de transporte de validez mensual. Hace falta sacarse una especie de carnet en un estanco para que te hagan el bono, y nunca pasamos por enfrente de ninguno. O estamos muy despistados o aquí en Madrid nadie fuma (imagino que lo primero), porque no vemos estancos por ninguna parte, igual que contamos las copisterías con los dedos de una mano.

En fin, a ver si la semana que viene repuntamos algo: que a Juan Raúl dejen de perderle los detalles (que ya hoy se siente un poco culpable de su situación), que las ofertas que me esperan sean definitivas, y que dejemos de gastar dinero estúpidamente en pases de diez viajes y nos hagamos el carnet de transportes de una puñetera vez.

A ver si es verdad.


Y la próxima semana en Buscarse la Vida: Pasatiempos.

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