miércoles, 19 de noviembre de 2008

Buscarse la Vida: Parte IV

Sorry, no English this time/yet.

Pasatiempos


Esta entrada de nuestras aventuras podría ser la entrada de blog más corta de la historia o la más larga. Uno no sabe, cuando empieza a escribir, si lo que salga de su mente y sus manos será un torrente o una gota de agua. De modo que empezaré por la versión corta, y ya veremos a donde me lleva.

En estas cuatro semanas nuestros pasatiempos han sido:

  • - Frikear
  • - Frikear
  • - Frikear
  • - Y frikear
    Esa era la versión corta. Ahora sigo.

    Frikear. No importa lo que tengamos en mente, o con quién nos juntemos, que siempre acabamos frikeando. Si no es con disfraces de tigre





    …es con guitarras de plástico:



    Y es que así somos nosotros. Viene Jacinto de visita y lo primero que hacemos es disponer todos los elementos necesarios para quedarnos frikeando en casa en lugar de ir a visitar Madrid. Observad cuán rápidamente hemos llenado los huecos del salón:




    Básicamente lo primero que hicimos fue ir al Carrefour de al lado para encontrar la manera de conectar mi ordenador, que es el que tiene el Guitar Hero, con el equipo de música para fliparnos a tope. Unos días más tarde nos traerían esa caja de zapatos con forma de televisión en la que todas las personas que aparecen tienen hepatitis, y como pensamos que no habíamos llenado las zonas comunes del piso de suficientes cosas, las llenamos de ropa:




    En realidad es que necesitamos hacer una colada y las dos primeras semanas estuvo lloviendo o amenazando lluvia todos los días. Además, yo no había encargado ningún tipo de mesa para mí, de modo que puse el ordenador en el salón mientras me hacía con una, lo cual resultó muy beneficioso para nuestras horas de esparcimiento, aunque un poco perjudicial para nuestra pretendida actividad diaria (buscar trabajo).

    En fin, empezando por relatar lo que vivimos con Jacinto, lo primero que hicimos fue colocar las cosas y luego comer. Resulta irónico que ni Juan Raúl ni yo hubiésemos traído comida de casa preparada por nuestras amantísimas madres, y que fuera la madre de Jacinto la que se preocupase de hacer una empanada para nosotros.





    Dimos buena cuenta de la mayor parte, pero luego no nos acordamos de ella hasta una semana después, cuando tuvimos que tirarla porque presentaba este aspecto:



    Así que sábado que llegó jacinto nos pasamos la tarde haciendo de músicos farsantes, amén de la mañana siguiente. Pero no queríamos pasar el fin de semana encerrados, de modo que nos propusimos echar la tarde en al ciudad, yendo al Museo del Prado, al Retiro, etc. Tenía una cuenta pendiente con el Retiro, porque Juan Raúl y yo estuvimos el viernes por la tarde, aprovechando que pasábamos cerca, y vimos los coches de competición de la exposición Martini Legends, además de a mi querida Berta Collado, mujer a la que profeso un amor infinito, casto y puro desde aquella tarde. Pero eso fue el viernes, antes de que llegase Jacinto, y ese día quedamos con Javier, un amigo de Juan Raúl que estaba de paso con el que salimos a cenar y un rato a un bar antes de que nos cerraran el metro.

    El día que nos ocupa, el domingo, queríamos ver la exposición de Rembrandt en el Museo del Prado aprovechando que los domingos se entra gratis... en la exposición fija. Rembrandt costaba 8 €, y como estábamos en modo ahorro pasamos y decidimos entrar en el otro sitio.

    Estuvimos esperando cerca de media hora, imaginaba yo que porque no podía ir entrando la gente hasta que fuese saliendo la que había dentro. Entramos, estuvimos viendo cuadros, y se nos hizo tarde para ir al Retiro, por lo que os quedáis sin fotos igual que me quedé yo.

    Así pues, cambiamos de planes y llamamos a José Luis, con quien habíamos comido uno de los días anteriores en el comedor de la Facultad de Medicina de la UAM, para preguntarle dónde podíamos ir. Nos aconsejó la Plaza del Dos de Mayo, donde a partir de cierta hora se suponía que habría ambiente y sitios para cenar.

    En cambio llegamos y había niños jugando en el parque, estábamos muertos de hambre y no se veía que sirviesen de cena en ningún sitio. Yo le comenté a Juan Raúl que era normal, que las 20:15 era un poco temprano para cenar, pero aún así teníamos hambre y acabamos andando un poco más y entrando en un TelePizza. Después volvimos a la plaza y aún así no vimos demasiado ambiente y estuvimos de vuelta en casa a las 23:00. Recuerdo la hora porque Juan Raúl nos preguntó a Jacinto y a mí por ella para que pudiera ajustar el reloj de su móvil, ya que, según se dio cuenta cuando Sandra le pidió la hora, se había retrasado un poco.

    También lo recuerdo porque a la mañana siguiente, el reloj de mi ordenador estaba extrañamente retrasado dos horas. Es normal cuando cambio entre Windows y Linux que se retrase una hora, porque mientras que Windows usa la hora tal cual, Linux te muestra la hora de tu franja horaria pero en realidad fija el reloj del ordenador en GMT. Pero no era una hora de retraso, sino dos. ¿Qué había pasado?
    ¡La madrugada del domingo se cambiaba la hora! En resumen: estuvimos cuarenta y cinco minutos esperando en el museo porque llegamos casi una hora antes de tiempo, no había ambiente en la Plaza del Dos de Mayo ni ponían de cenar porque eran las 19:15, ¡cenamos a las 20:00!, y Sandra llegó una hora temprano a trabajar porque le preguntó a Juan Raúl la hora... ¡que él había ajustado incorrectamente por habernos preguntado a Jacinto y a mí, que no reparamos en la extraña coincidencia de tener una hora de diferencia con el reloj de Juan Raúl y estar en el último fin de semana de octubre!

    Un desastre.

    En fin, que ese lunes nos encontramos con que nos habían regalado una hora de vida que seguramente desperdiciamos jugando al Guitar Hero o bailando el Disfraz de Tigre, himno que Jacinto habría de llevar como mensaje profético a Francia y allá donde fuese. Lo fuerte es que el había visto al grupo en directo en Sevilla y no recordaba esa canción.
    Otra cosa fuerte es que Jacinto se fue sin haber conocido a una de nuestras dos compañeras de piso, que nunca aparecía por allí; y la otra durmió allí sólo dos noches y nos dijo que no volvería hasta el viernes. Así que seguíamos a nuestras anchas. Era virtualmente como vivir solos. ¡Qué felices nos las prometíamos entonces!

    Bueno, Jacinto se fue, en nuestra casa parte de su equipaje, un montón de pelos (que Juan Raúl se encargó de cortarle y tras lo cual procedió a repetir la operación consigo mismo) y vestido con tres abrigos porque en su vuelo no tenía reserva para equipaje facturado y el de mano tenía ciertos límites que casi lo dejan en tierra, y no volvería hasta la semana siguiente. En el resto de la semana hicimos poca cosa aparte de nuestra ocupación principal de buscar trabajo y nuestro pasatiempo guitarril, o debería decir aparte de nuestro pasatiempo de buscarnos la vida y nuestra principal ocupación de jugar al Guitar Hero. Tanto es así que hasta Marta la Loca terminó jugando:





    Quizá ahora debería hablar de Marta la Loca.

    Marta la Loca es una muchacha que Juan Raúl conoció en Internet la madrugada del día que vinimos a Madrid. Estuvo toda la noche hablando con ella por teléfono, porque ésta, a las tres frases escritas - literalmente - , se cansó de escribir y le pidió el número para llamarlo. Resulta que es una chavala un poco rara, en el sentido de que en un momento está toda simpática y al siguiente minuto la conversación telefónica es todo tensa por lo borde y cortante que se pone. Afortunadamente en persona es más afable, si bien le busca las vueltas a todo lo que dices y te deja cortado a cada frase. Juan Raúl dice que se parece a mí. Debe ser verdad porque mientras que a él le cuesta a veces comunicarse con ella, parece que yo hablo su mismo idioma.

    Bueno, pues la conoció telefónicamente aquel día y también estuvo hablando con ella un par de horas en el extenuante viaje a Madrid. Además ella le llamaba de casi todos los días y hablaban por teléfono, tras lo cual a menudo Juan Raúl acababa encabronado por las salidas y aparentes cambios de humor que tiene la tía por teléfono (de ahí el apodo de "La Loca" que tenía asignado ya desde la primera conversación). Con todo eso me resultaba extraño que de vez en cuando Juan Raúl propusiera verse con ella aprovechando que estábamos dando vueltas por Madrid de un sitio a otro, pero es que Juan Raúl es un tipo tan amistoso…

    No, antes de que penséis mal tengo que decir que no hubo nunca ninguna intención de realizar actividades perejiles por ninguno de los dos. De hecho, ella siempre era reacia a aceptar verse con Juan Raúl, y además creo que le disgustan ciertas perversiones que Juan Raúl tiene por cariñitos de andar por casa.

    En fin, que un día la visitamos un rato en su casa, en medio de una misión de exterminio (tenía el piso lleno de trampas de cucarachas, y hasta hizo a Juan Raúl pasar por el supermercado a por Cucal antes de verlo en persona por primera vez, y encima se encabronó cuando no compró específicamente la marca que ella había dicho), y otro día vino a la nuestra a cenar, jugar un Cutrescattergories (no se trajo el juego y por lo tanto nos lo inventamos) y entretenerse un rato con el Guitar Hero.

    Guitar Hero, Guitar Hero, Guitar Hero… ¡Que no es el Guitar Hero, que es el Frets on Fire! Me gustaría aclararlo para futuras menciones. Aunque tengo el Guitar Hero III, también tengo un clon de código abierto en el que tengo todas las canciones original es de los juegos comerciales Guitar Hero y Rock Band además de otros cientos hechas por los usuarios. Aun así, seguiré escribiendo Guitar Hero para que se entienda.

    Pues eso es lo que hacemos en casa entre semana (a excepción de un par de veces que hemos ido a un bar con los compañeros de master de Jotse) , jugar al Guitar Hero y ver alguna peli en el ordenador, si bien ahora Juan Raúl se ha aficionado al Spore (y a mí me ha reencendido un poco el interés) desde que viésemos un anuncio de Little Big Planet en la tele y por asociación le preguntase si había visto algo de Spore. Podemos conectarnos a Internet en casa, pero de momento sólo tenemos un módem GPRS que compartimos mientras desarrollo el Proyecto Internet Gratis, que consiste en que me he comprado un adaptador Wi-Fi con el que estoy intentando crackear la seguridad de la red inalámbrica de algún vecino con el objeto de no gastarnos un duro en la conexión. Así que mientras tanto Internet lo usamos en casa sólo lo imprescindible. Ya leeréis dentro de un momento cómo lo usamos fuera de ella.

    En cuanto a los fines de semana, también suelen ser todos parecidos. Básicamente quedamos con Jotse y Cía y, hagamos lo que hagamos, vayamos a donde vayamos, al final terminamos en su casa viendo videos frikis en YouTube. Memorable entre las salidas es la vez que Juanma (uno de los vascos que viven con Jotse) cogió una borrachera del copón e intentó convencer a un negro de que era de Bilbao, y de entre las quedadas tranquilas cuando aprendimos también por boca de los vascos que el término "guarreridas españolas" tiene razón de ser, ya que para ellos dichas cosas sólo se hacen en las pornos. Eso sí, por muy destacables que sean los ratos que pasemos por ahí o en casa de Jotse charlando o jugando a cualquier cosa (véase Wii, El Asesino, Psiquiatría), nunca falta el YouTube. Sí, es muy triste, pero es lo que hacemos. Salgamos de bares o cenemos y nos quedemos de tranqui, al final siempre acabamos viendo frikadas. Y lo peor de todo es que arrastramos a nuestras visitas a semejante actividad. Por ejemplo, este fin de semana ha venido Samantha, y aparte de que un día fuimos a cenar a un chino, básicamente ha estado en casa y no se ha librado del Disfraz de Tigre ni de acabar en casa de Jotse mirando el YouTube.




    Al menos yo puedo encontrar aquí una actividad que me llena muchísimo y de la que podría tener todos los días. Y mira que quería no desarrollarla hasta que encontrara trabajo, pero no fui capaz de resistirme. Y es que soy capaz de estar dos meses sin beber (sí, amigos, sí, sigo en ello, qué cabezón soy) pero no puedo pasar de los conciertos. ¡Quién me mandaría a mí mirar la agenda de conciertos de Madrid! Riéte tú de lo que antes mencionaba del "modo ahorro". No he podido evitar ir a Sonata Arctica, a Dare + Kip Winger, y para mí que voy a ver a Korpiklaani + Battlelore esta semana. Lo bueno es que así me quito de frikear un poco, dedicando al Rock un día a la semana, y poco a poco voy conociendo los lugares rockeros de Madrid y haciendo nuevos contactos.

    Por ejemplo, el día de Sonata Arctica quedé con Ana, una conocida de varios conciertos con la que coincido muchas veces de forma casual, y fui a la zona de Argüelles, donde, también de forma casual, estuve en los cuatro bares jevis que empiezan por T. Además fue un 2x1 porque precisamente en el concierto de Sonata Arctica me encontré con Carlos de Jaén, otra persona que he ido viendo en muchos conciertos y que conozco por compartir el Foro de Rafa Basa con Migue, mi compañero de batallas. Con quien no me encontré, aunque luego supe que también había ido al concierto, fue con Celeste y Miguel Ángel, a quienes sin embargo vi la semana siguiente cuando quedé con ellos.

    Luego, esta semana pasada, tras el concierto de Dare, hubo una fiesta de Rock Melódico organizada por Rock Angels, donde conocí un par de personas más. Poco a poco me voy haciendo un huequito. A ver qué ocurre este fin de semana, que tengo que expandir mi mundo fuera de casa porque dentro poca cosa se puede hacer, sobre todo porque cada vez se queda más pequeña.

    Pero de eso ya hablaré en el próximo capítulo: Sinvivencia.

    Mientras tanto, y como he hecho mucho hincapié en lo youtuberos que nos hemos vuelto, ahí va una lista de frikadas que necesitáis conocer para poneros a nuestro nivel:


    Hidrogenesse - Disfraz de Tigre

    Putilatex - Mira una moderna

    Flight of the Conchords - The Most Beautiful Girl

    Flight of the Conchords - I'm Not Crying

    Flight of the Conchords - Business Time

    Flight of the Conchords - Prince Of Parties

    Flight of the Conchords - Think About It. Think. Think About

    Flight of the Conchords - Issues

    Rob Paravonian's Pachelbel Rant

    El Reno Renardo - Crecí en los 80

    Pablo Carbonell - El kalimocho de mamá

    Goyo Jiménez - Los Americanos: Parte 1 - Parte 2 - Parte 3

    Goyo Jiménez - La Tele de antes: Parte 1 - Parte 2 - Parte 3

    Emo Cosquillas

    Anti emo argentino

    Contigo no bicho

    El Sabio de Alcalá

    Niño Araña

    Niño Axe

    Niño Mendez

    Ramón el Vanidoso

    Parodia animada de Ramón el Vanidoso

    Leañecos - La masturbación

    Delfín - Torres Gemelas

    Susy Díaz - No Mates a tu Hijo

    Ponzoña Musical - Son de Amores

    Jan Terri - Losing You

    Zlad - I Am The Anti-Pope

    Alexandrie Alexandra

    Tommy Seebach Band - Apache

    Arión Alonso - Desnudo

    El corto cutre

    Indian Thriller

    Indian Superman

    Tunak Tunak Tun

    Star Wars turco

    Calls For Cthulhu

    La peor escena de lucha de la historia

    Vaya Semanita - Los Batasunis en Madrid

    Vaya Semanita - Mamma Mía Promo

    Vaya Semanita - Mégane Promo

    Vaya Semanita - El Puente del Pilar Abertzale

    Vaya Semanita - Manual para no parecer vasco

    Vaya Semanita - El control de alcoholemia

    Vaya Semanita - House 1 y 2

    La Hora Chanante - Testimonios Axl Rose

    La Hora Chanante - Axl Rose

    La Hora Chanante - Mario Alberto Kempes

    La Hora Chanante - Tkachenko



    Bonus Tracks:

    Videobook Eva Moreno

    Juan Raúl y las Galletas Fritas

    Y no olvidéis que Cthulhu se comerá vuestra alma.



  • domingo, 9 de noviembre de 2008

    Buscarse la Vida: Parte III

    Sorry, no English this time/yet.

    TRABAJO


    No llamamos a nadie para decirle que no queríamos su piso, porque ese es el estilo de Madrid; tras decenas de entrevistas, nunca me han llamado para decirme que no. Así que allá donde fueres, haz lo que vieres.

    Sí, llevo aquí dos semanas y ya he hecho unas veinte entrevistas (una de ellas, el colmo, telefónica). Y es que ya tenía la agenda completa la semana que vine a Madrid, y tuve que compaginarlas con la búsqueda del piso. Pronto me di cuenta de tres cosas:

    La primera, que aquí hay una demanda altísima de informáticos, la segunda es que los patanes (normalmente patanas y bastante atractivas) sólo miran los perfiles por encima y no ven que en los míos siempre hay un enlace a mi currículum por lo que siempre lo piden por e-mail, y la tercera que no te vuelven a llamar para decirte que al final no te quieren.

    Pero bueno, tampoco es tan grave, porque por cada vez que no te eligen y no te llaman para decírtelo hay otra empresa que te llama para evaluarte como candidato; más o menos lo que pasará con los pisos en alquiler y los posibles inquilinos, digo yo.

    El caso es que ya tenía dos entrevistas fijadas antes de llegar. Como no recordaréis, vinimos un martes en un extenso y anodino viaje, y nuestro plan era encontrar piso en los tres días que había hasta el fin de semana, pasarlo de ocio con Jacinto el sábado y domingo como mínimo, y una vez hubiera proseguido su camino dedicar cada día a buscar trabajo.

    Pues ya la primera mañana me llamaron para concertar otra entrevista. Para el mediodía ya tenía las dos mañanas siguientes ocupadas y me veía al pobre Juan Raúl con toda la responsabilidad a la hora de elegir un hogar.

    No me voy a extender en este tema tanto como en el de la vivienda (al menos esa es mi intención, que ya veré al final cuánto acabo por escribir), pero alguna anécdota tengo que destacar. Resumiendo: para la mañana del viernes me había dado cuenta de que en esta ciudad iba a poder elegir, que mis expectativas económicas habían sido bajas y que no debía tener reparos a la hora de expresarlas, incluso de entrada, cuando las empresas me contactasen.

    En definitiva era que podía haber estado trabajando el mismo lunes, igual que en Sevilla podía haber conseguido un empleo cuando hubiese querido, sólo que mientras que allí habría conseguido un trabajo de mierda, aquí sería un buen trabajo algo mal pagado. Así que a partir de esa mañana empecé a ser más selectivo.

    En ese espacio de apenas tres días que me sirvió para tomar contacto con el funcionamiento del mercado laboral de mi sector, ocurrió una cosa digna de destacar, y a partir de la cual (o más bien a partir de la parte central del desarrollo de los acontecimientos que la compusieron) Juan Raúl empezó a calificar a quien me llamase al móvil como “alguien que quiere comerme el rabo”.

    Resulta que una empresa de Sevilla me ofrece trabajo en Madrid, concretamente en Tres Cantos. Me preguntan las típicas cosas sobre mi currículum y al final me preguntan sobre mis expectativas salariales. Yo en ese momento iba un poco errado sobre las cifras que podía conseguir aquí, de modo que les sigo un poco el rollo y les digo que es bajo para lo que voy a necesitar en una ciudad como Madrid. Entonces mi interlocutor me cuenta que baraja un cierto rango salarial que yo no tengo más remedio que rechazar, y me dice que consultaría con un superior suyo para ver si puede ofrecerme más. En ese momento yo pienso que no iba a volverme a llamar.

    Pero entonces, cuando estamos a punto de entrar a visitar el piso que a la postre sería nuestro, me llama el superior antes mencionado, y me ofrece algo más. Aun así, digo, se queda corto para lo que va a tener que ser vivir en Madrid, y que por menos de tal cantidad, sintiéndolo mucho, no lo aceptaría. Y cuando creo que va a ser la última frase que el hombre iba a querer escuchar de mí, me dice que intentará negociar algo más alto con el cliente y que, de conseguirlo, me llamaría a la mañana siguiente. Lo estaba flipando.

    Ahora sí, estaba seguro de que se olvidarían de mí. Y la verdad, habría sido bastante irónico, por no decir sarcástico, no encontrar un buen trabajo en Sevilla y encontrarlo en Madrid dentro de una empresa sevillana. Y decidido a vivir en Madrid, no quería arriesgarme a que, en un momento dado, se me volviera a requerir en Sevilla.

    ¿Pues no que me vuelven a llamar al día siguiente, diciéndome que me dan la cantidad mencionada? Pero resulta que yo era tres entrevistas más experto y ya me había hecho una idea de cómo estaba el mercado laboral en mi sector en la ciudad, y empezaba a hacerme una idea de cuánto quería en función de las condiciones del empleo.

    Entonces mi interlocutor me suelta que el lunes en tal sitio. Yo me quedo anonadado y pregunto “¿Pero no vamos a hacer una entrevista?”. Y me suelta que si hubiese estado en Sevilla sí, pero que estando en Madrid no era posible en tan poco tiempo, ¡que él se fiaba de mi currículum!

    Y, joder, lo primero que se me viene a la cabeza es que prácticamente no sé dónde me estoy metiendo, y lo segundo que si esa era la seriedad de la que hacía gala la empresa, no me apetecía nada tener relación con ellos. Entonces suelto como puedo que tengo que pensármelo y el tío dice, con un tono de absoluto desconcierto: “¿Cómo que tienes que pensártelo?”.

    Entre eso y un par de llamadas de personas que simplemente me habían encontrado en InfoJobs sin yo haberme apuntado a ninguna oferta suya, haciéndome la pelota de forma genuina, estaba que no me lo creía.

    En fin, que no sé cómo le dije que le respondía al día siguiente, y al día siguiente le dije que no, y con las mismas, tras acudir a una entrevista, suspendí otra porque después de lo que había aprendido en las veinticuatro horas anteriores las condiciones del empleo no me interesaban. También había rechazado ya un par de puestos de trabajo para empezar la misma semana siguiente.

    Así empecé a ser más selectivo al apuntarme a las ofertas y al concertar entrevistas, si bien algo me acojonó la segunda semana, pero fue la tercera cosa que aprendí: que la gente de recursos humanos suele usar los primeros días de la semana para organizar entrevistas en los últimos, y para alivio mío volví a tener citas a partir del miércoles siguiente. La pega era que, por otra parte, no obtenía verdaderas respuestas ni afirmativas ni negativas ni citas para las segundas entrevistas, que solían ser por parte de la empresa en la que iba a terminar trabajando, ya que la mayoría de las ofertas las llevan consultoras de I.T. o empresas de recursos humanos. Hasta que, por fin, esta semana he hecho segundas entrevistas, y pronto tengo más, y alguna primera interesante.

    Sospecho que la semana próxima será crucial para mí. Espero que también lo sea para Juan Raúl, en un sentido diferente. Debería ser el punto de inflexión en su búsqueda de empleo, que no esta siendo tan afortunada como la mía.

    Desde el principio todo le ha sido más difícil. Aparte de que estaba apuntado únicamente a la peor web de ofertas de empleo que yo había experimentado, el número de ofertas en todas las otras webs también es muy inferior en su campo comparándolo con el mío. Se registró en unas pocas que yo no conocía y a las que, ya que estaba, me apunté también. Pero por otra parte el currículo electrónico que le había hecho Jacinto aún no estaba subido en Internet, y debido a unos cuantos fallos de las páginas cuyos servicios necesitaba, no pudimos cargarlo hasta que llevábamos un par de días en Madrid. Encima, cuando por fin lo conseguimos, resulta que de la forma en que el archivo Flash estaba hecho hacía que los contenidos del mismo se cargaran sin mostrar ninguna advertencia, por lo que, debido a su peso, cuando el usuario llegaba a uno de los varios vídeos que tiene el espacio aparecía en blanco y no podía siquiera saber si había algo ahí. Y como se cargaban en orden, tampoco podía ver lo que iba después, que era tan importante como el currículum en texto y los datos de contacto.

    Seguidamente, para cuando se gasta unos euros en imprimir currículums para llevarlos a empresas, encontramos piso y por tanto tenemos dirección nueva, con lo que dichos documentos quedan anticuados. Entonces era ya fin de semana, teníamos que aprovisionar el piso, Jacinto estaba con nosotros, y se tomó la semana tranquila intentando probar suerte con las webs de Internet.

    La cosa no era productiva: estaba visto que al no haber una gran demanda, iba a ser él quien tuviera que hacer la mayor parte del trabajo para asegurar un contrato, y en el fin de semana se preparó un listado de empresas interesantes donde enviar su currículum o llevarlo personalmente.

    En cuanto a Internet, sólo un par respondieron y era para consultar, con documentos realizados para tal fin, sus conocimientos y aptitudes, y sin dar ninguna respuesta hasta el momento. Sospecho que si ya de por sí, al haber menos demanda, los procesos van a ser más largos para él que para mí, esta vía va a ser la menos eficiente de todas.

    Lo de patearse la ciudad es por lo menos más entretenido, aunque también algo lento por no poder abarcar mucho cada día; en los planos las distancias parecen más cortas que en la realidad, porque se ven las calles bastante anchas... hasta que amplías el zoom y mientras que la anchura se mantiene, el largo aumenta. Y si a eso le sumas un poco de mala suerte…

    Por ejemplo, cuando llegó a la sede de una de las empresas a las que quería aspirar, se estaban mudando. Sólo había allí tres tipos que no tenían nada que ver con selección de personal, que se comprometieron a hacer llegar su currículum a quien correspondiese. Para colmo, cuando le preguntaron qué material traía, Juan Raúl se dio cuenta de que en realidad no llevaba ninguno. Sólo llevaba su currículum en papel, y ningún trabajo que las empresas pudiesen evaluar de la forma que una empresa de su clase necesitaba evaluar.

    Así pues, se dispuso a grabar su currículum Flash en discos que pudiera repartir, y a modificar su currículum centrándolo sólo en lo que pudiese interesar a las empresas de animación 3D y videojuegos en las que quería intentar entrar. Y cuando lo tenía todo y volvió a moverse, se encontró con cosas como sedes de empresas cerradas o que ya no estaban y en Internet no había ni rastro de una nueva dirección.
    Luego, a mitad de semana, tras ir a unos cuantos sitios más, decidió ir a ETTs para inscribirse y que les buscaran cosas, pero entre que unas no se dedicaban a su sector, algunas se las encontró cerradas y otras debían tener más de una sede y fue a la oficina equivocada, se gastó un buen dinerito en el metro sin haberlo aprovechado demasiado bien.

    Y es que esa es otra: aún no tenemos título de transporte de validez mensual. Hace falta sacarse una especie de carnet en un estanco para que te hagan el bono, y nunca pasamos por enfrente de ninguno. O estamos muy despistados o aquí en Madrid nadie fuma (imagino que lo primero), porque no vemos estancos por ninguna parte, igual que contamos las copisterías con los dedos de una mano.

    En fin, a ver si la semana que viene repuntamos algo: que a Juan Raúl dejen de perderle los detalles (que ya hoy se siente un poco culpable de su situación), que las ofertas que me esperan sean definitivas, y que dejemos de gastar dinero estúpidamente en pases de diez viajes y nos hagamos el carnet de transportes de una puñetera vez.

    A ver si es verdad.


    Y la próxima semana en Buscarse la Vida: Pasatiempos.

    sábado, 1 de noviembre de 2008

    Buscarse la Vida: Parte II

    Sorry, no English this time/yet.

    BUSCANDO MADRIDGUERA

    No es que empezásemos con muy bien pie. De las dos citas que ya traíamos de Sevilla para ver piso el primer día, una de ellas se nos vino abajo porque ya alquilaron las habitaciones. Eso nos dejaba con una cita a media mañana y unos pocos números de teléfono que habríamos de marcar para intentar conseguir algo.

    Fuimos a dicha primera localización con expectativas diferentes. Yo, visto cómo se nos había complicado el tema de repente por nuestra falta de previsión (bueno, para qué utilizar eufemismos, quiero decir nuestra estupidez), estaba dispuesto a coger el primer sitio decente que se nos ofreciera. Juan Raúl aún pensaba que podíamos intentar lo del piso propio. Yo no estaba en absoluto de acuerdo, porque, ¿cómo comprometernos un año si ni siquiera sabíamos si duraríamos un mes? ¡Podían hacernos pagar un año entero habiéndonos marchado escaldados si al arrendador se le metía en los cojones! En fin, aún teníamos unos días para ver el percal y barajar opciones.

    El caso es que la primera casa era de primera: nuestra habitación era en sí como un estudio, con una cama doble que se cambiaría por dos simples, varios muebles pequeños, un par de sillas, un gran mueble armario con una gran televisión, un espacio vacío donde hacer el idiota y nuestra propia nevera y microondas por 600 € mensuales y fianza equivalente. Aparte había otras tres habitaciones pequeñas más y cada una tenía llave. La cocina y los dos baños estaban muy bien, la habitación tenía calefacción y hasta nos decían que nos la limpiaban si así lo queríamos.

    El único problema era que deberíamos entrar a vivir en Noviembre (esto es, diez días más que tendríamos que estar de okupas, y además con nuestra mudanza ocupando sitio) y que estaba en el quinto huevo. No es que estuviesen a una hora de la Puerta del Sol, sino que estaba en una especie de tierra de nadie a mil kilómetros de cualquier estación de metro, aunque éstas no estuviesen muy alejadas del centro capitalino. De modo que le dijimos a la casera que la avisaríamos en unas treinta y seis horas de si nos lo quedábamos o no, a lo que ella accedió y nos advirtió amablemente que otros pisos que veríamos podían ser verdaderos cuchitriles y que ya lo comprobaríamos por nosotros mismos. Nosotros asimilamos la información y le dijimos que ya lo imaginábamos, pero que teníamos que ver otros pisos antes de decidirnos por completo a pesar de que ese estuviera realmente bien, cosa que ella comprendió y nos advirtió gentilmente que algunos de esos otros pisos que veríamos podían ser tugurios como quizá tendríamos ocasión de comprobar. Así nos despedimos emplazándola a recibir una llamada nuestra día y medio después con nuestra respuesta definitiva tanto afirmativa como negativa, una vez hubiésemos visto alguno de los otros lugares que barajábamos, cosa que ella aceptó diciendo que esperaría nuestra llamada sin olvidarse de advertirnos que podíamos ver cosas repugnantes en algunos de los lugares que visitásemos. Con esta útil advertencia le dijimos adiós y que ya la llamaríamos para… ¡Maldición! Creo que estamos en un bucle. ¡¿Cómo se sale de esta casa?!

    Total, que una vez salimos nos metimos en el primer bar que vimos para empezar a hacer llamadas. Juan Raúl se gastó sus primeros euros madrileños en pedir una tapa y un refresco, con lo que me ahorré pedir algo para tener la escusa de parar allí. Así que empezamos a calentar la oreja con el teléfono llamando a sitios.
    Estábamos sumamente interesados en un piso que estaba muy bien emplazado, frente al Vicente Calderón, compartiendo con un chico y una chica jóvenes. El anuncio era muy interesante y estábamos muy ilusionados con él, pues además cada habitación era del orden de 270 €, lo que era barato para la localización. Sin embargo, pedían llamar a partir del mediodía y por mucho que llamásemos no nos cogían el teléfono. Por si acaso, incluso mandamos un SMS para manifestar nuestro interés ya que en el anuncio ponían que querían alquilar YA, y nosotros queríamos entrar YA y debíamos evitar que se nos adelantasen.

    Por otra parte, había otro que nos interesaba que era un ático dúplex a compartir con una persona más y que ponía la habitación doble a 320 €. Debíamos esperar respuesta por e-mail ya que no había publicado teléfono, pero al mediodía, llegados a nuestra base de operaciones, encontré el mismo anuncio en otra web con el número publicado, de modo que por la tarde pudimos fijar una cita para el día siguiente a las 18:00.
    En cualquier caso, antes de eso pudimos fijar una cita para las 20:00, y por fin a la hora de comer conseguimos quedar a las 17:00 para el apartamento del Vicente Calderón, lo que nos alegró un montón. En esta ocasión Juan Raúl estaba completamente de acuerdo conmigo en que si nos molaba, no lo dudábamos más y nos quedábamos allí. Y así de ilusionados fuimos a ver nuestro futuro hogar.

    Nuestro futuro hogar no resultó estar tan cerca del metro como pensábamos, pero aún así la localización era muy buena. Subimos al piso (que era un sexto) y nos abrió un chaval mediada la veintena, canijo, y con una sonrisa de oreja a oreja que daba buen rollo. El buen rollo duró cinco segundos.

    Nos guió por la que después bautizaría como “La Casa Cochambrosa” enseñándonos la más prodigiosa colección de clases de suciedades y microorganismos. Casi llego a pensar que esa casa era un plan maquiavélico de la casera anterior para hacernos volver corriendo a sus brazos a pedirle ser sus inquilinos. Los suelos presentaban manchas de diferentes tonos ocres, las paredes estaban descascarilladas, y las habitaciones… “Esta es una de las habitaciones. Tiene mucha luz porque da a un patio interior…” Patio interior, dice. A mí me parecía un conducto de basuras gigante. Y la habitación… un colchón roído en un somier medio desmontado, con las paredes cayéndose a cachos. Así nos lleva a la segunda habitación, que ya da al exterior, y que era igual con la salvedad de que en una mesa había un router con switch y adaptador Wi-Fi.

    En fin, que nos lleva al salón y, esquivando trastos (“Siempre tenemos un montón de trastos, je je”) nos lleva a la terraza. Por el camino saludamos a otros supuestos pretendientes de las habitaciones pero que Juan Raúl creyó que en realidad eran los otros compañeros de piso, cosa que podía encajar por la descripción que nos hicieron de ellos, y salimos a la mencionada terraza, que se ve que es como llaman aquí al balcón. “Ahí tenemos unos cuantos trastos, pero cuando llega el calorcito en primavera los quitamos y ahí nos echamos unas cervecitas y se está la mar de bien” (¿Y dónde cojones los metéis? Porque yo no veo más espacio en la casa). Encima el tío va y se queja de que han hecho un buen parque allí abajo pero está en alto y lo que ves al salir del piso es un muro. ¿Por qué no miras hacia dentro de la casa en lugar de quejarte de lo que hay fuera?

    Bueno, nosotros ya no sabíamos donde meternos y queríamos salir de allí, pero aún faltaba por ver la cocina, y ojalá hubiésemos decidido no verla, porque si el cuarto de baño (que vimos entre habitación y habitación) era asqueroso, la cocina era un mundo aparte. El blanco de los electrodomésticos ya no podía caracterizarse ni de gris, todo estaba sucio y daba al mismo patio interior por cuyas paredes debían desplazarse al anochecer tétricas criaturas del inframundo. La verdad, es una lástima no haber cogido la cámara en todos esos días porque las fotos no habrían tenido precio.

    Total, que como a la de por la mañana, le dijimos que le responderíamos la noche del día siguiente como muy tarde ya fuera para decir que sí o que no y, eso sí, salimos más rápido de allí, porque no podía haber nada que nos retuviese en semejante sitio.

    Como todo fue muy rápido, teníamos varias horas por delante para no hacer nada. Esperamos sentados en un banco hasta que diesen las 18:00 para poder hablar gratis por el teléfono de Juan Raúl y seguir llamando, y así pudimos fijar una cita para las 19:00 a tan sólo una parada de metro de distancia de la de las 20:00 y la del ático del día siguiente. De modo que por no seguir parados allí fuera con el frío que hacía cogimos el metro y fuimos a nuestro destino.

    Como llegamos temprano y la casa estaba junto a la parada de metro, nos dedicamos a dar una vuelta por el vecindario. Nos agradó. Era tranquilo, había unos parques, un centro de salud, algún bar, un gimnasio y balneario, Mercadona, Lidl, carnicería, frutería, pescadería… El barrio se parecía a Sevilla Este. Y es que cada vez que cogíamos el metro, daba la sensación de estar en un lugar diferente que nada tenía que ver con el anterior. Al llegar la hora fuimos a la casa y nos abrió un pureta. Lo primero que pensé y que me echó algo atrás era que íbamos a compartir piso con un matrimonio, y yo no había salido de casa de mis padres para acabar bajo la supervisión de otros padres postizos. Pero enseguida comprobé que en realidad era un hombre separado, en trámites de divorcio. Nuestras habitaciones eran las que habían sido de sus hijas, y aún estaban llenas de peluches, pero él se encargaría de arreglarlas.

    La casa estaba genial. La sala de estar era grande y con un pedazo sofá y televisor de plasma que harían las delicias de todo cinéfilo o, en su defecto, holgazán común. Todo estaba limpio, la cocina era perfecta y, según nuestro posible compañero nos contaba, él trabajaba haciendo metros (de los de transportar gente, no de los de medir) y se pasaba más de media semana fuera. Juan Raúl y yo nos mirábamos y asentíamos. Sin embargo, hubo dos cosas que nos retuvieron un poco:
    Una, que había marcas en la puerta del dormitorio del hombre, cómo si hubiese habido violencia en la casa. Como le dije a Juan Raúl, yo no sé lo que ha pasado, de modo que no tengo por qué pensar que el tío ese sea un violento o lo sea la otra persona, o si al sacar un mueble han hundido las patas en la puerta. Luego Juan Raúl me recordaría que en la cocina había otras marcas iguales en las que yo no había reparado, pero yo no tengo por qué pensar pensar que el tío ese sea un violento o lo sea la otra persona, o si al sacar dos muebles han hundido las patas en dos puertas de dos habitaciones diferentes.

    La otra, un comentario con respecto al anterior inquilino, al que el hombre (que se llamaba Paco, que me estoy cansando de escribir “el hombre”) había tenido que echar porque era un sucio y un vago que dejaba todo por medio: “Yo cerveza no bebo. Fuera de casa lo que haga falta, pero este se traía aquí los litros y los dejaba por todas partes y no los recogía”. Y claro, Juan Raúl pensaba “Joder, es que yo quiero poder beberme una cerveza tranquilamente”. Yo, por mi parte, lo interpreté a colación de aquello del orden y la limpieza, pero aún así daba que pensar. Luego el tío no nos ponía pegas por llevar gente – él mismo dijo que sentía no poder ofrecernos camas más grandes para tales ocasiones – y cuando le pregunté por la vicisitud de instalarnos lo antes posible y la pronta llegada de Jacinto durante unos días, respondió sacando una cama de debajo de otra.

    En realidad conforme más pensábamos en esa casa más pegas le sacábamos, pues cuando le pregunté por contrato me dijo que no pensaba hacer ninguno, ni siquiera pedir fianza, que allí con ser serios bastaba. Aún así le pedí de forma diplomática algún tipo de acuerdo por escrito sencillito para estar seguros, y me contestó que le pediría a su abogada que lo escribiese. Y eso me hizo darme cuenta de una cosa: a lo peor la mitad de lo que había en la casa, dentro de un tiempo se lo quitaban, que los divorcios tienen esas cosas.

    En cualquier caso, los pros aún nos seguían pareciendo mucho mayores que cualquier contra, porque aunque podíamos vivir un poco controlados por vivir con el dueño de la casa, ahora era un soltero más como nosotros y las condiciones de la casa y su situación estaban de escándalo. Así que, una vez más, dijimos que contestaríamos, afirmativa o negativamente, al día siguiente y fuimos a ver la cuarta casa del día.

    Esta casa estaba a escasa distancia – que como nos sobró tiempo recorrimos andando – y tenía dos habitaciones por 300 € cada una y gastos de consumo pagados, si bien el dueño me manifestó que al ser una más pequeña podría dejarla más barata. También en cierto momento me advirtió que ya vivían allí dos colombianas, a lo que yo le respondí con lo que a mí me interesaba, que si aún estaban las dos habitaciones libres (que a mí me daba igual si había gente de Colombia o de Senegal). También me dijo que no había camas pero que nos las ponía sin coste.
    Bueno, a Juan Raúl no le convencía eso de las colombianas. Pensaba que lo mismo iban a visitarlas más colombianos e íbamos a tener que soportar todo el día una fiesta reggaetonta. Eso y que tenía miedo de sentirse atraído por alguna de ellas y perjudicar la pacífica convivencia. Pero bueno, aún estaba por ver si el piso nos gustaba, que si no ya no teníamos ese problema. El piso nos lo enseñó el hermano del arrendador, ya que éste estaba fuera. Era un tío que se parecía a Ángel Martín y que era simpático, atento y respetuoso. Se veía en detalles como el llamar a la puerta para enseñarnos la casa con el permiso de quien ya estaba allí, quien se llamaba Sandra.

    La casa estaba de puta madre. Además de tener el metro justo al bajar a la calle, estaba impoluta, tenía un gran salón (aunque escaso de mobiliario), y las habitaciones – que una de ellas la dejaban por 250 € - eran amplias con sus armarios empotrados y, eso sí, faltando las camas que habían de traer. El cuarto de baño era enorme, todas las habitaciones tenían calefacción de gasNatural, la cocina tenía todo lo que hacía falta… Sólo nos faltaba conocer a las dos inquilinas. A la que había allí sólo la saludamos al llegar y al irnos.

    Estábamos entre dos aguas, entre las dos casas que acabábamos de ver, pero poco a poco nos fuimos decantando por esta última. Teníamos aún que hablar con el dueño por el tema de las condiciones, a ver cuánto tiempo mínimo pedía de contrato. Eso podía putearnos. No tardamos en hablar con él puesto que él mismo nos llamó para ver si estábamos interesados. En principio nos dijo que un año, y nosotros, como a todos, le dijimos que le responderíamos al día siguiente para bien o para mal.

    Poco a poco nos íbamos decidiendo por este último piso, y pensábamos en fórmulas de negociación para intentar que nos lo alquilase por menos tiempo, pero aún teníamos números de teléfono e interés en visitar el ático dúplex. Llamamos a un número más y quedamos pendientes de que nos devolviesen la llamada para una cita, y alguien que había contactado por Internet (por la voz tenía pinta de pureta y decía ser funcionaria) me llamó para concertar otra cita con el interés de conocernos, ya que viviríamos con ella. ¿Conocernos? Nosotros lo que queremos es ver el piso para ver si nos interesa ¬¬. En fin, que para el día siguiente teníamos una cita por la tarde y estábamos pendientes de alguna más.

    A la tarde siguiente fuimos a Vallecas, a ver el ático, y nos dimos cuenta de que estaba en el quinto pino (esta vez no digo huevo, que es una expresión juanraulesca). Entramos y vimos que estaba bastante desordenado, que había dos rottweilers en la terraza y que en realidad las habitaciones eran un mojón. Eso y que con cada minuto que había pasado desde el día anterior estábamos más inclinados a intentar alquilar el piso de las colombianas, gracias a que Juan Raúl veía capaz de contener su libido con la colombiana que conocíamos, hizo que no estuviésemos allí ni cinco minutos, y que llamásemos a la funcionaria para decirle que pasábamos. Aún así le dijimos al del ático que tendría una respuesta nuestra. Luego llamamos a Fernando, el arrendador del piso de las colombianas y no hizo falta convencerle de mucho. Estuvo dispuesto desde el principio a hacernos un contrato por tres meses y a buscarnos cama cuanto antes para mudarnos.

    Así que el sábado por la mañana estábamos en nuestro nuevo piso, charlando con la compañera que no conocíamos, y esperando a Jacinto con nuestras cosas. ¡Sí, señor! ¡Este es nuestro nuevo hogar!














    Ahora sólo hacía falta que Juan Raúl también pudiese contener su libido con Lina…

    Por cierto, no llamamos a nadie para decirle que no queríamos su piso.


    Próximo capítulo: Trabajo.